“Si dios no existe, todo está permitido…”
Dostoievski era un tipo abrumado por el sentimiento de culpa. Perseguía su propia redención a través de la literatura, en la que volcaba, por medio de sus personajes, las diversas facetas de su propia existencia: el vicioso, el jugador, el libidinoso, etc. Y los hacía perecer o arrepentirse como una forma de encontrar respuesta a su persistente interrogante, o para obtener algún tipo de paz espiritual.
Pero fracasó.
Posteriormente, J. P. Sartre aprovecha la frase del ruso para determinar el relativismo de la sociedad y la vida. El existencialismo materialista que este filósofo construye se asienta sobre bases demasiado trémulas, casi inexistentes, pues dependen de que una parte de la humanidad no crea en ellas. Para Sartre la vida no tiene sentido alguno en razón a que no hay dioses ni vida ultraterrena ni alma inmortal, lo que, finalmente, es una declaración en su propia contra, pues según su propio pensamiento es “necesaria” la existencia de dioses y alma inmortal para que la vida adquiera “sentido”.
Pero también fracasó.
Muchos otros pensadores, seudo pensadores y completos estúpidos, se han apoyado en la famosa frase para justificar lo injustificable, para confirmarse a sí mismos un sentido de la vida de acuerdo a sus egoístas intereses. “Si no hay dioses, entonces puedo yo convertirme en uno”, es lo que se lee entre líneas, puesto que estos tipos se autoproclaman “superiores” por el simple hecho de ser capaces de asesinar a sus semejantes sin sentir culpa.
Pero, ¿no era lo mismo lo que hacían –y hacen- las religiones, acudiendo precisamente al concepto contrario, lo que llevó a Voltaire a gritar: “¡Dios mío, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”?
Esta forma de pensamiento encierra una falacia profunda y, lo peor, estúpida. Se parte de la premisa que solo un dios o una religión es capaz de encauzar correctamente los actos humanos, lo que es, histórica e intelectualmente, falso. Los criminales no necesitan dioses, aunque se apoyan en ellos con frecuencia para justificar sus crímenes.
En otro artículo, donde planteo una breve opción a una ética atea, hago notar que las creencias son innecesarias para la existencia de una moral verdadera, pues ésta depende de ciertas relaciones fijas establecidas por la naturaleza de las cosas. Todo individuo depende de ciertos “ambientes” en los cuales debe asumir ciertos “roles”. La sociedad, la familia, el trabajo, etc., cada uno de estos ambientes requiere de normas que le permitan su más óptimo desarrollo. “Descubrir” y aplicar esas normas es lo importante; el “inventarlas” resulta tremendamente perjudicial pues el invento es una decisión individual y arbitraria.
Los monoteísmos son, éticamente hablando, completamente antinaturales, tanto por el hecho de querer reducir a la unicidad la multiplicidad natural, como por negar la naturaleza misma del hombre. Mientras la naturaleza impulsa al hombre a huir del dolor y perseguir el placer, estas religiones plantean todo lo contrario; consideran el placer un mal y el dolor una forma de redención. Desde una perspectiva siquiátrica, esto revela un trastorno sadomasoquista, una enfermedad mental y moral.
Si dios no existe, todo está permitido… Y si existe, está permitido todo lo que sus “representantes” consideren “necesario”. Y, finalmente, quedamos donde mismo. Esta pirueta intelectual, manoseada por muchos intelectuales trasnochados, es una simple tontería sin ningún sentido ni validez.
La verdad es muy distinta: en realidad, la naturaleza nos dice que “todo está permitido”, pero hay cosas que revisten “peligro” para el hombre y la naturaleza misma. Por supuesto que está en nuestro poder el decidir “hacer lo que nos venga en gana” o “hacer lo que debemos” de acuerdo a lo que la razón y la sensatez nos indican. La existencia de dioses no ha variado esto en un ápice, salvo quizás en un sentido negativo.
Digan lo que digan las creencias, los seres humanos terminan siempre organizando la vida de acuerdo a las necesidades y, especialmente, en busca del placer huyendo del dolor, cuestión contraria a todo idealismo cuya exigencia primordial es, precisamente, la pérdida de la autodeterminación, indicando un camino único y unívoco. Al no someterse, entonces los individuos son reos del pecado y la culpa.
El ateísmo busca una opción diferente, una alternativa que, sin acudir al terror ni a la prohibición, promueva entre los hombres una visión racionalista y sensata de la vida. De nada nos sirve una creencia, ni los fuegos eternos, ni las promesas celestiales, si no logramos crear la VOLUNTAD de una ética compatible con la realidad. El terror y la prohibición han demostrado su ineficacia. En cambio, cuando las sociedades se organizan en base al “sentido común” –nunca antes mejor expresado-, las probabilidades de lograr la paz social y la satisfacción individual constituye una posibilidad cierta.
Lo que resulta inaceptable es que, contrariamente a lo que impulsan los hechos naturales, nos veamos obligados a someternos a directrices “inventadas” por algunos para su propio beneficio. Ellos buscan atemorizar a los débiles morales y mentales anunciando el “caos” si no se siguen “sus normas”. Pero la verdad es que, a todas vistas, son ellos los que han implantado el caos con sus intransigencias, persecuciones y rigideces.
La Libertad constituye, entonces, en bien más preciado de la vida, pues es el ambiente que le permite desarrollarse en directa relación con los hechos, construyendo el mejor futuro posible, en contra de los “ideales” que, persiguiendo un “futuro perfecto”, crean un “presente insoportable”.
jueves, 5 de abril de 2007
miércoles, 4 de abril de 2007
LAS IMÁGENES DEL ESCÁNDALO
En el año 2003, apareció el catálogo “Sanctorum" del fotógrafo Montoya con imágenes de alto contenido erótico en referencia a personajes y situaciones de la religión católica. Pocos le prestaron atención y, de no haber sido por la furiosa arremetida de la Iglesia en su contra, habrían pasado casi desapercibidas.
Algunas de estas imágenes tienen algún valor artístico, aunque la originalidad no es mucha. Otras de ellas me parecen vulgares y de mal gusto. Existen otras experiencias en que se mezclaron elementos religiosos y eróticos sin que despertaran mayor revuelo. Basta con hurgar en las obras de Renacimiento para encontrar muchas imágenes de la Virgen María donde muestra uno o los dos senos. Claro que entonces los artistas no hacían sino burlar a la religión, plasmando en las figuras de Jesús y María los atributos de Venus y Cupido, en una de las falsificaciones más notables de la historia del arte.
Pero ahora existe una sensibilidad especial sobre el tema, en especial por la necesidad de la ICAR por esconder la podredumbre de la pedofilia que la ha cubierto de ignominia. Así que este asunto le viene al dedillo para esconder el problema de fondo, tapándolo con un asunto que, en mi opinión, no reviste mayor importancia.
Si Cristo tuvo o no erecciones es algo me parece irrelevante y que le parecería así al propio Cristo. Porque el problema de este asunto no está en Cristo ni el cristianismo, sino en la opinión de algunos anacoretas y teólogos medio dementes (Evagrio, Tertuliano, Evaristo, San Agustín, Clemente de Alejandría, etc.) que vociferaron en contra de la sexualidad desde muy temprano y lograron imponer un criterio puramente sexista en toda la religión, la que, pisando el palito, se metió en un atolladero del cual no tiene la menor idea de cómo salir. Incluso las traducciones de los textos, desde los tiempos de Ireneo -quien construyó la actual Biblia-, modificaron expresamente términos que podrían "mal interpretarse" como, por ejemplo, traduciendo como "virgen", la palabra aramea que significa "jovencita".
Quienes como yo conozcan la historia de la Iglesia Católica no podrán negar que es una sucesión de crímenes y degeneraciones dignas de Ripley. Y no les pido que lean a Rodríguez u otros autores contrarios a la doctrina; los remito a dos autores ultra católicos, como fueron Emilio Castelar (Historia de la Revolución Religiosa) y a Marcelino Menéndez y Pelayo (Historia de los Heterodoxos de España). Encontrarán en estos trabajos todo lo que necesitan para demostrar la degeneración endémica de una religión prostituida desde el principio, expresado por dos de sus más furibundos defensores.
Pero creo que estamos sobrepasando todas las medidas de la razón y el sentido común (el menos común de los sentidos, según Oscar Wilde).
El escándalo propiciado por la iglesia en contra de unas imágenes, cuya relevancia me parece bastante poco importante -puedo apostar que una vez pasado el escándalo pocos recordarán al señor Montoya y su "affaire"-, viene a demostrar la absoluta decadencia de su "fondo" y la necesidad de sostenerse por la pura "forma", tal como le sucede al islamismo y, en gran medida al judaísmo. La pérdida del poder político es algo que no pueden tolerar y aprovechan toda oportunidad para recuperar en alguna medida dicho poder.
Quienes piensan que con estas manifestaciones "seudoartísticas" le hacen un favor al libre pensamiento y la lucha del ateísmo, están equivocados; simplemente le están dando leña a quienes nos quieren incinerar. Todos estos alardes de "liberalismo laico" solo sirven para que estos grupos de poder político, que nada más es la ICAR y los musulmanes actualmente, consigan resoluciones dentro de la ONU que persiguen retrotraernos a la Edad Media.
No es en el campo de la difamación o la burla soez donde los ateos tenemos que librar nuestra batalla; ésta debe realizarse en el honorable y sensato campo de la razón. Aquellos que creen que estas manifestaciones ayudan a nuestra causa están completamente equivocados y multitud de ejemplos en la historia me dan la razón.
Reconozco que la burla y el chiste son grandes aliados en la lucha contra los imbéciles y los tontos graves, pero el desprecio y el insulto terminan siendo siempre un cuchillo de doble filo.
Por otra parte, espero ansioso el anunciado libro donde, según el Papa, se "demuestra" la divinidad de Jesús. Al respecto solo puedo decir de antemano, que me parece desde ya esclarecedor que, después de dos mil años, recién se decidan a dar a conocer tales argumentos...
Algunas de estas imágenes tienen algún valor artístico, aunque la originalidad no es mucha. Otras de ellas me parecen vulgares y de mal gusto. Existen otras experiencias en que se mezclaron elementos religiosos y eróticos sin que despertaran mayor revuelo. Basta con hurgar en las obras de Renacimiento para encontrar muchas imágenes de la Virgen María donde muestra uno o los dos senos. Claro que entonces los artistas no hacían sino burlar a la religión, plasmando en las figuras de Jesús y María los atributos de Venus y Cupido, en una de las falsificaciones más notables de la historia del arte.
Pero ahora existe una sensibilidad especial sobre el tema, en especial por la necesidad de la ICAR por esconder la podredumbre de la pedofilia que la ha cubierto de ignominia. Así que este asunto le viene al dedillo para esconder el problema de fondo, tapándolo con un asunto que, en mi opinión, no reviste mayor importancia.
Si Cristo tuvo o no erecciones es algo me parece irrelevante y que le parecería así al propio Cristo. Porque el problema de este asunto no está en Cristo ni el cristianismo, sino en la opinión de algunos anacoretas y teólogos medio dementes (Evagrio, Tertuliano, Evaristo, San Agustín, Clemente de Alejandría, etc.) que vociferaron en contra de la sexualidad desde muy temprano y lograron imponer un criterio puramente sexista en toda la religión, la que, pisando el palito, se metió en un atolladero del cual no tiene la menor idea de cómo salir. Incluso las traducciones de los textos, desde los tiempos de Ireneo -quien construyó la actual Biblia-, modificaron expresamente términos que podrían "mal interpretarse" como, por ejemplo, traduciendo como "virgen", la palabra aramea que significa "jovencita".
Quienes como yo conozcan la historia de la Iglesia Católica no podrán negar que es una sucesión de crímenes y degeneraciones dignas de Ripley. Y no les pido que lean a Rodríguez u otros autores contrarios a la doctrina; los remito a dos autores ultra católicos, como fueron Emilio Castelar (Historia de la Revolución Religiosa) y a Marcelino Menéndez y Pelayo (Historia de los Heterodoxos de España). Encontrarán en estos trabajos todo lo que necesitan para demostrar la degeneración endémica de una religión prostituida desde el principio, expresado por dos de sus más furibundos defensores.
Pero creo que estamos sobrepasando todas las medidas de la razón y el sentido común (el menos común de los sentidos, según Oscar Wilde).
El escándalo propiciado por la iglesia en contra de unas imágenes, cuya relevancia me parece bastante poco importante -puedo apostar que una vez pasado el escándalo pocos recordarán al señor Montoya y su "affaire"-, viene a demostrar la absoluta decadencia de su "fondo" y la necesidad de sostenerse por la pura "forma", tal como le sucede al islamismo y, en gran medida al judaísmo. La pérdida del poder político es algo que no pueden tolerar y aprovechan toda oportunidad para recuperar en alguna medida dicho poder.
Quienes piensan que con estas manifestaciones "seudoartísticas" le hacen un favor al libre pensamiento y la lucha del ateísmo, están equivocados; simplemente le están dando leña a quienes nos quieren incinerar. Todos estos alardes de "liberalismo laico" solo sirven para que estos grupos de poder político, que nada más es la ICAR y los musulmanes actualmente, consigan resoluciones dentro de la ONU que persiguen retrotraernos a la Edad Media.
No es en el campo de la difamación o la burla soez donde los ateos tenemos que librar nuestra batalla; ésta debe realizarse en el honorable y sensato campo de la razón. Aquellos que creen que estas manifestaciones ayudan a nuestra causa están completamente equivocados y multitud de ejemplos en la historia me dan la razón.
Reconozco que la burla y el chiste son grandes aliados en la lucha contra los imbéciles y los tontos graves, pero el desprecio y el insulto terminan siendo siempre un cuchillo de doble filo.
Por otra parte, espero ansioso el anunciado libro donde, según el Papa, se "demuestra" la divinidad de Jesús. Al respecto solo puedo decir de antemano, que me parece desde ya esclarecedor que, después de dos mil años, recién se decidan a dar a conocer tales argumentos...
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